Para aquellos que no lo conozcan, Hard West 2 es una aventura RPG en la que el componente táctico lleva la voz cantante. Al más puro estilo XCOM, nuestros pistoleros asaltarán trenes, explorarán minas y se adentrarán en poblados cargados de enemigos esperando a ser disparados con la máxima precisión posible.

Con tres puntos de acción por turno, esto va de gastar poco en el movimiento para alcanzar el siguiente parapeto y aprovechar los restantes para intentar hacer el mayor daño posible. Pudiendo cambiar de armas, utilizar objetos y disparar, lo más significativo de nuestro grupo siempre serán las habilidades especiales de cada miembro.

Hard West 2 vuelve a apoyarse en el lado más fantástico del Salvaje Oeste, con fantasmas y demonios mezclándose entre los ya de por sí peligrosos bandidos a los que haremos frente, pero nuestros personajes también cuentan con su propio toque del más allá con disparos especiales con los que matar a varios de golpe, o la posibilidad de intercambiarse por otro personaje del mapa para crearle una emboscada.

Además de ser uno de esos juegos que demanda estrategias casi perfectas -mucho ensayo y error, más de lo que me gustaría-, la gran baza está en poder aprovechar su sistema de bravatas para encadenar cuantas más muertes mejor.

Si conseguimos reducir a cero la vida de un oponente, nuestros puntos de acción se rellenarán de forma automática. A partir de ahí toca ver hasta qué punto podemos aprovechar la idea en busca de intentar limpiar una zona de enemigos con el menor número de personajes y riesgos posibles.

Cuando no estás combatiendo frente a los variados malajes de Hard West 2 estarás pasean por un inmenso escenario en el que te moverás de aquí para allá a golpe de clic.

Tu objetivo será encontrar pueblos en los que comprar suministros y armas, guaridas en las que dar caza a objetivos secundarios y zonas en las que encontrar gente que precise tu ayuda con misiones que hagan avanzar la historia o te aporten dinero y regalos con los que mejorar a tu tropa.

Entre una acción y otra está la posibilidad de montar un campamento para curar tus heridas y aprovechar la calma para conocer mejor a tus compañeros.

Hablar con ellos o elegir sus acciones preferidas cuando toca una disyuntiva hará que nuestros vínculos se fortalezcan, lo que facilitará que el día de mañana puedas aprovechar sus habilidades para elegir respuestas que de otro modo serían inaccesibles.

No es lo que más peso se lleva del juego, ahí están unos combates duros y largos para demostrarlo, pero aporta la típica desconexión que uno acaba agradeciendo entre reto y reto. Lástima que, de hecho, ese juego de menús que tan bien le sienta para hacer avanzar su historia, no tenga más importancia en la evolución de los encuentros.

Pese a ir desbloqueando nuevos compañeros, comprando armas y mejorando habilidades, la sensación general es la de caer en un punto muerto en el que el ritmo decae demasiado una vez superada la novedad.